Una conclusión sin resolver

La conversación se alargaba, pero las respuestas que Julián buscaba seguían siendo esquivas. Tanto él como Elara evitaban el núcleo del problema, demasiado temerosos de afrontar las dolorosas verdades que había entre ellos. Cada palabra parecía rodear la cuestión, pero ninguno estaba dispuesto a romper el silencio sobre lo que realmente importaba.
A medida que la conversación se ponía tensa, Julián se dio cuenta de que no encontrarían una solución en una sola charla. “Podemos intentarlo otra vez en otro momento”, dijo, con la frustración asomando en su voz. Elara asintió levemente, con el rostro indescifrable. Terminaron la llamada, ambos cargando con el peso de preguntas sin resolver, dejando a Julián sintiéndose más incierto que nunca.
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