La Inquebrantable Afirmación del Niño


Lejos de echarse atrás, el niño se volvió más insistente. Observaba a su padre atentamente, notando el malestar en su rostro. “Por favor, créeme, papá”, dijo una tarde, sujetando con fuerza la mano de su padre.

La sinceridad en sus ojos era inconfundible. “No estoy mintiendo. Simplemente sé que no es mi hermana.” Estas palabras tranquilas y decididas resonaron en el corazón del padre. Lo llenaron de pavor, no porque no creyera a su hijo, sino porque estaba empezando a creerle.

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