Una familia dividida
El padre empezó a observar más de cerca la creciente conexión entre su esposa y el recién nacido. Ella parecía feliz: cantaba, acunaba y mimaba al niño como cualquier madre amorosa. Eso le hizo dudar de cuestionar cualquier cosa.
Pero luego estaba su hijo, aún callado, aún distante. Se negaba a sostener al bebé o incluso a hablarle. “Esa no es mi hermana”, repetía como un mantra. Cada vez que pronunciaba esas palabras, la duda del padre se agudizaba, rompiendo cualquier ilusión de paz.
Advertisements
Advertisements