Confesándole a un amigo


Incapaz de soportar el peso de la incertidumbre solo, el padre contactó a un amigo de confianza de la familia que también era pediatra. Se encontraron en un rincón tranquilo de un café local, donde el padre finalmente expresó sus preocupaciones en voz alta.

Habló de las diferencias en el bebé, la ausencia de la marca de nacimiento y la intensa reacción de su hijo. “Probablemente suene ridículo”, admitió, con voz baja. Pero el doctor escuchó con atención y no desestimó sus palabras. “A veces, el instinto de un padre es la primera señal de que algo anda mal”, dijo amablemente.

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